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00:00Buenos días, quiero lanzarles un mensaje de entrada. Ustedes me van a oír. Necesito
00:05esta inyección de autoayuda porque la gente no me escucha en la vida cotidiana. No querría
00:10cargarles con mis problemas, pero lógicamente cuento las mismas historias en privado que
00:15ante un auditorio. Con una pequeña diferencia, en círculos reducidos obtengo el desinterés
00:21más absoluto. Mis chistes solo provocan sonrisas de conmiseración, mis razonamientos más
00:26elaborados se extravían ante bostezos de aburrimiento nada disimulados. Hasta el punto
00:32de que siempre había pensado que bastaba con anunciar mi comentario para que se produjera
00:37una desconexión masiva capaz de provocar un apagón. No siempre ha ocurrido así. Podría
00:43resumir en que ustedes son personas educadas y dispuestas a perder un minuto con alguien
00:48que, por supuesto, se lo agradece desde aquí. Podría refugiarme en el poder de una cadena
00:54y una emisora que disfrazan con su potencia las miserias de mi discurso. Pero no basta.
01:00Al hablar en público, como ahora mismo, se produce un cambio de intensidad, como si todos
01:04los reunidos tuviéramos algo en juego. Así que si ustedes no tienen la mínima gracia en
01:10privado, como es mi caso, prueben a lanzarse en público. Y avísenme si acaban descubriendo
01:17el secreto.