“Me llamo José Ramos y soy adicto al cibersexo”. La misma fórmula y el mismo sistema que acuñaron los estadounidenses para tratar el alcoholismo o la drogadicción se está aplicando para ayudar a “desengancharse” del abuso del cibersexo vía internet. Y como corresponde a esta nueva adicción del mundo virtual, las asociaciones de ciberoadictos anónimos funcionan online: páginas web norteamericanas ofrecen ayuda para mantenerse “sobrio” de cibersexo. Pero la frontera entre el uso y el abuso aún aparece poco delimitada, millones de usuarios practican el cibersexo como una forma sana de experimentar con su sexualidad. Sin embargo, algunos especialistas afirman que la práctica del cibersexo tiene ingredientes especialmente adictivos. Según un estudio de Morgan Stanley, al final del año 2005 el número de usuarios de Internet ya había superado los 1.000 millones de personas, llegando además a estar más repartidos por todo el mundo: si en 1995 el 65% del total de conexiones a Internet se realizaba desde Estados Unidos, en el 2005 ese país sólo representaba un 23% del total. Además, sólo en el 2005 el número de usuarios de Internet en el mundo creció entre un 10 y un 15%, mientras que el uso de Internet lo hacía entre un 20 y un 30%. Internet es, sin duda, uno de los últimos grandes avances tecnológicos que están cambiando la sociedad por completo, pero a la par que se multiplica el uso de la red, también lo hace el número de personas que contrae algún tipo de adicción a Internet. Se calcula que cerca de un 6% de los usuarios desarrolla adicciones online. Entre ellas, se encuentra desde la mera obsesión por navegar a toda hora hasta la extremada pasión por bajarse canciones, películas o programas mediante “peer to peer”, sin contar con el uso abusivo del chat. Pero, según los expertos, la adicción al cibersexo figura entre las que más crecen y, aunque es difícil de calcular, se estima que unos 14 millones de personas en todo el mundo se han convertido en ciberadictos sexuales. La forma más común de adicción al cibersexo es la contemplación de fotos o videos pornográficos que termina en una masturbación, pero también están “enganchando” cada vez más otras modalidades como los juegos de rol erótico-pornográfico, el chat y el videochat. Asimismo, más de dos tercios de los adictos limitan sus actividades al ciberespacio, mientras que el tercio restante intenta realizar contactos en la “vida real” mediante el teléfono, cartas o citas.
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